LOS ALBACEAS DE LA HERENCIA

Cada vez que algún responsable político del PP desea justificar algo difícilmente justificable, -léase, por ejemplo, un recorte o algún que otro incumplimiento de sus promesas electorales- invariablemente cita la herencia recibida del anterior gobierno. Y esto es así hasta tal punto que, cada vez que los albaceas de la herencia mienten – que no son pocas- la palabra mágica que casi nunca falta es: herencia.

Claro que hay herencia del gobierno anterior al actual, pero no es menos cierto que la herencia que ha motivado el cariz dramático de la crisis que nos afecta se remonta a aquellos años del “España va bien”,  consigna acuñada por José Maria Aznar en plena fiebre del ladrillo. Fue ese político el que puso las bases de la burbuja inmobiliaria allá por 1998 cuando aprobó una reforma de la Ley del Suelo (Ley 6/1998 ) que liberalizó aún más la oferta y, con una política de desgravación fiscal aplicada a la adquisición de bienes inmobiliarios, provocó una marea especulativa que es una de las  causas más notorias que propiciaron la aparición de una  burbuja inmobiliaria motivo principal de las  trágicas consecuencias que siguen la fase de reflujo que suele acompañar a este tipo de  mareas.

Y  ello fue así porque esa liberalización del suelo se vio acompañada de una peligrosísima política de asunción de riesgos por parte del capital financiero – o sea, la banca que ahora hay que rescatar- en el ámbito crediticio que provocó un crecimiento acelerado de la economía basado en gran parte en la puesta en circulación de una gran masa de capital financiado, que, de manera artificial, engrosó  las ganancias de especuladores, promotores inmobiliarios, bancos y cajas incrementando, de la misma manera, los ingresos de las instituciones públicas, las cuales vieron como ese espejismo de desarrollo les beneficiaba arreciando suculentos ingresos a las arcas públicas que asumieron unos gastos que no eran acordes con la riqueza real del país.

De este despilfarro se “beneficiaron” las cuentas del gobierno central, de los municipios y, sobre todo, las comunidades autónomas, a la cabeza las gestionadas por el PP, o sea Madrid y la Comunidad Valenciana. No olvidemos la época de nuestro gran inversor, Jaume Matas, con el Palma Arena, palacios de óperas y congresos y un largo etcétera donde no faltaron botes de Cola-Cao y tarjetas visa sin control.

De todo ello, de esas herencias, es de lo que no suelen hablar ni Montoro ni Rajoy siendo la responsabilidad máxima del Partido Popular de José María Aznar sin que los otros herederos de esa irresponsabilidad, los gobiernos del PSOE, aun estando al corriente de la situación, se mostraron incapaces de pinchar la burbuja y así, a sabiendas, continuaron en el país de jauja, cabalgando sobre un crecimiento que era pura especulación, engaño y, en el mejor de los casos, mera ilusión. Para más información pregunten al exministro socialista  de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastian o léanse el artículo “La razón moral del indignado” de Francesc de Carreras. (La Vanguardia 17/05/2012.)

No en balde, pues, ambos partidos –PP y PSOE- aparecen como máximos responsables de la virulencia de la crisis económica ya que, por mucho que intenten pasarse la pelota uno a otro, su corresponsabilidad es indudable y así es percibido por un número cada vez mayor de ciudadanos tal como reflejan las encuestas. 

Lo paradójico es que deban ser los culpables políticos de la situación los encargados de deshacer el desaguisado y, lo que es peor, que ahora la solución se  halle en manos de  la derecha política y económica de este país la cual, cuando se trata de defender sus intereses y privilegios, su carencia de escrúpulos es de sobra conocida. Sólo con citar el exabrupto soez de la diputada popular Andrea Fabra debería haber suficiente. 

 Pep Vilchez  
12/08/2012

Diario de Mallorca, 14/08/2012