La primera vez que vi en persona a
Santiago Carrillo fue en octubre de 1975, un mes antes de la muerte del
dictador. Con apenas 23 años pasé la frontera francesa para asistir al Pleno
Ampliado del Comité Central del PCE que durante tres días estuvo reunido en unos
edificios escolares vinculados al PCF en la ciudad francesa de Lisieux. Allí se
trató sobre el futuro del movimiento obrero y sindical en España y allí se
decidió que los comunistas defenderían en el seno el movimiento sindical la
necesidad de optar por la conversión del movimiento socio-político de las
Comisiones Obreras hacia una estructura de sindicato, dejando de lado la opción
de convocar un congreso sindical constituyente a partir de las estructuras de
las organizaciones del antiguo sindicato vertical por entonces, en gran parte,
en manos de militantes de CC. OO. La presentación del debate lo realizó Santiago
Carrillo quien, junto a otros dirigentes históricos del PCE, ostentaban la
presidencia del acto. Ni qué decir que aquellas imágenes han permanecido
indemnes desde entonces en mi mente.
Posteriormente, en 1986,
asistí, en Madrid, en calidad de miembro del Comité Central del PCE, siendo su
secretario general Gerardo Iglesias, durante tres sesiones de tres días
consecutivos a los debates que finalizaron con la eufemística auto-exclusión de
Santiago Carrillo como miembro del partido. El personaje que se mostró mítico en
el período de la confrontación con la dictadura, respaldado por una iniciativa
política substancialmente acorde con las necesidades reales del momento, ya sea
en la propuesta de Reconciliación Nacional o en lo que se denomino Pacto por la
Libertad , fue quien ya entrada la democracia dejaba de manera forzada de
militar en el partido cuya imagen estuvo durante décadas indisolublemente
vinculada a su figura junto a Dolores Ibárruri "Pasionaria".
El que fuera líder indiscutible del comunismo español había
pasado de ser su cabeza visible más aclamada a ser maldecido después de un
penoso y lastimoso proceso de enfrentamientos, expulsiones y escisiones que
dieron al traste con lo que quedaba de aquel potente Partido Comunista de
España, el mismo que había sido capaz de poner en jaque a la dictadura del
general Franco y de atesorar un conjunto de militancia donde se agrupaba lo más
destacado de la vanguardia sindical y vecinal, estudiantes y profesores
universitarios y significados profesionales del arte y la cultura.
Santiago Carrillo, de la
Comissió Executiva de les Joventuts
Socialistes Unificades, a primera fila d'una manifestació a Madrid el
1936
Hijo del socialista Wenceslao Carrillo, Santiago desarrollo una actividad política precoz al lado de dirigentes históricos del socialismo español como Julián Besteiro o Francisco Largo Caballero. Junto con Fernando Claudín llevó a cabo una de las operaciones políticas más relevantes del período republicano al conseguir la unificación de las Juventudes Socialistas y Comunistas en las J.S.U. |
Personaje controvertido, polémico, aclamado y odiado pero sin
lugar a dudas elemento clave para entender un largo período de nuestra historia
quien desde una indudable tenacidad que, junto a su longeva existencia, facilitó
que su vida estuviera permanentemente en el ojo del huracán de la política
española durante buena parte del siglo XX adentrándose en el XXI como un avezado
observador de la política española.
El testimonio político de Santiago Carrillo, si algo singular
acoge es el frustrado intento de trasladar al comunismo ortodoxo hacia una
novedosa experiencia: una vía donde la libertad y la democracia se debían
mostrar consubstanciales al cambio y la transformación social. En esta línea,
conjuntamente con Georges Marchais (PCF) y Enrico Berlinguer (PCI) protagonizó
una esperanzadora iniciativa que el tiempo desterró de la política, el
eurocomunismo, pero que abrió un fructífero debate que contribuyó de manera
destacada a valorizar de manera irreversible los valores de la democracia frente
al modelo soviético estéril y autoritario e incapaz de servir como elemento real
de transformación de la sociedad.
Audaz hasta el final de sus días, con sus luces y sombras, su contribución a la democracia española es un referente ineludible y solo por ello, pero no tan solo por ello, es merecedor de mi más profundo respeto.
1977. Congrés dels
Diputats : Rafael Albertí, Gregori López Raimundo, Dolores Ibárruri, Santiago
Carrillo i Ignacio Gallego
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Pep Vilchez
19/09/2012