Como si de un manantial interminable se tratara, los casos de corrupción parecen no tener fin en Mallorca. Un nuevo escándalo por presunta malversación de fondos públicos vuelve a situar en el candelero público a nuestra comunidad que pasa a ocupar espacio destacado en los titulares de la prensa estatal y en los informativos de radio y televisión. En esta ocasión nos sirven el lamentable espectáculo acólitos de las Nuevas Generaciones del PP, cachorros adiestrados en el hampa de guante blanco.
El caso del Consorcio Turismo Joven nos ofrece los datos de un entramado que, una vez acoplado al puzzle de la corrupción insular, nos da la imagen de una de las zonas del inmenso territorio corrupto. Las teselas del mosaico que la Fiscalía Anticorrupción va colocando en el tablero nos muestran la faz del perverso juego al que prestaban su dedicación buena parte de los cargos públicos del Partido Popular cuando ostentaron su hegemonía en las instituciones públicas de nuestras islas.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿Cual es el contexto que ha dado cobijo a un escenario tan escandaloso? Por supuesto que una respuesta ponderada merece una visión panorámica y un diagnóstico de las causas que posibilitan los males que la corrupción lleva implícita. A bote pronto, una de las respuestas y, no la única, que puede alumbrar las incógnitas planteadas nos la ofrece la propia actitud de los responsables políticos de los desaguisados.
Un denominador común aúna las respuestas de los políticos que se han visto implicados en los casos de corrupción hasta ahora conocidos: todos desconocían lo que ocurría más allá de sus despachos. Ni la ex alcaldesa de Palma, Catalina Cirer, sabía de las cuitas de Rodrigo de Santos, ni la ex consellera de Obras Públicas, Mabel Cabrer conocía los manejos de Massot & Hidalgo, ni la ex consellera de Presidencia y Deportes, Rosa Puig, estaba al corriente de lo que ocurría entre sus subordinados en el Consorcio Turismo Joven.
Como guinda de lo anteriormente comentado, podemos citar las declaraciones del ex conseller ibicenco, Juan José Cardona, quien preguntado explícitamente por Diario de Mallorca -07/08/08-, sobre si fue él o el propio Matas quién nombró a Antònia Ordinas – implicada en un caso de presunta malversación de fondos públicos - para el puesto de gerente del Consorcio para el Desarrollo económico de Balears (CDEIB) respondió con evasivas y repitió en dos ocasiones "ahora mismo no lo sé decir, no me acuerdo"..
Si los otros no sabían, mucho menos debía saber el ex President, Jaume Matas, ignorante de las anomalías bitelianas, protagonizadas por su protector, Damià Vidal y de todas y cada una de las irregularidades cometidas bajo su mandato. Todo sucedió sin que el máximo responsable político se percatara de ello ya que como más alto se vuela menos se vislumbra lo que sucede en los bajos fondos del precipicio.
Si, como parece, nadie estaba al corriente de nada, es lícito preguntarse ¿a qué dedicaban el tiempo los que, precisamente, cobraban por saber lo que hacían sus subordinados? Difícil de aceptar esa amnesia que aísla a los cargos políticos de las fechorías de sus sumisos colocados. Difícil creer que no sabían. Más creíble es considerar que todos ellos estaban -¿están?- bajo el dominio de la ley del silencio.
Es altamente verosímil la sospecha de que una actitud pasiva, no exenta de complacencia o de complicidad explícita o tácita, de los responsables políticos del Partido Popular Balear ha favorecido el entorno climático en el que la corrupción vive y se desarrolla.
Desde aquellos tiempos en que el President del Govern de la Comunitat Autónoma, Gabriel Cañellas, se vio acusado de irregularidades por su participación en las empresas constructoras Zeus y Torcal, que habían prestado servicios al ejecutivo bajo su presidencia por un importe de 17 millones de pesetas, desde que el Tribunal Superior de Justicia de las Baleares probó la comisión de delito – no punible por haber prescrito – en el caso de las comisiones ilegales en el escándalo del Túnel de Sóller, han pasado algunos años, pero, sin duda, existe un hilo conductor que descubre la actitud poco ética de los que desde aquellos barros han llegado hasta estos lodos.
No en vano, Jaime Matas, - el Ausente - , ante la derrota electoral, se las vio venir y se abrió hacia el continente americano - tierra de promisión para los aventureros tenaces-, y, desde su plácida lejanía, nos observa complacido en su ausencia.
Pep Vílchez
28/08/2008