Para John K. Galbraith la política no es el arte de lo posible sino el de elegir entre lo desastroso y lo desagradable. Muy probablemente el gobierno de Xisco Antich se encuentre ante esa disyuntiva por lo que se refiere al tema de la ubicación del futuro hospital de referencia de Mallorca.
Vaya por delante que siento un profundo respeto y afinidad hacia los vecinos, asociaciones y organizaciones políticas que han sostenido de manera persistente, argumentada y valerosa la necesidad de preservar el entorno de la Real y manifestado, consecuente y responsablemente, su oposición a la construcción del nuevo centro sanitario en Son Espases.
Pero, en el estado actual de las cosas, tal como las han dejado situadas los populares, la defensa de los legítimos intereses de los vecinos de la Real y la asunción de la extensa sensibilidad conservacionista debe arbitrarse sin menoscabo del derecho que poseen los ciudadanos a recibir unas prestaciones sanitarias adecuadas a través de la modernización de la deteriorada oferta hospitalaria que posee la sanidad pública en Mallorca. Y eso parece, hoy por hoy, difícilmente congeniable, por mucho que se intente reducir el impacto destructivo del futuro complejo hospitalario en Son Espases.
El haber situado a los nuevos poderes públicos ante la inexorable disyuntiva de optar por la radical defensa del paisaje y el medio ambiente o los intereses sanitarios de la población es exclusiva responsabilidad del anterior gobierno del Partido Popular que fue el que puso en marcha el proceso que nos ha situado ante una encrucijada a la que nunca se debería haber llegado.
Así, pues, sea cual sea la solución, siempre problemática, por la que opte el gobierno de coalición que rige los destinos de la autonomía balear, no puedo dejar de expresar una profunda indignación ante ese legado envenenado dejado como herencia a los nuevos gobernantes. De la misma manera, es también motivo de irritación el que el máximo promotor de esta situación, Jaume Matas, no esté en el sitio que le corresponde: dando la cara ante el parlamento autonómico balear.
Es sumamente lamentable que los intereses especulativos hayan llegado al límite de contraponer la eficacia del servicio público sanitario al mantenimiento del medio ambiente y el paisaje. Y esa irresponsabilidad es del todo atribuible a la nefasta gestión de Partido Popular. Hay que recordar que, desde sus inicios, la decisión de reconsiderar el proyecto de reforma de Son Dureta, se ha producido en un contexto rodeado de maniobras especulativas de carácter urbanístico donde no han estado ausentes intereses inconfesables que enturbian y ponen bajo razonable sospecha la nueva ubicación adoptada, la cual, incluso, podría poseer aspectos de dudosa legalidad.
En todo momento los populares han dado muestra de un parco sentido dialogante al imponer una alternativa legítima, en la medida en que contaban con los niveles de representación adecuados para la toma de decisión, pero discutible y conflictiva, sin atender las sugerencias de la oposición. La madurez política de una sociedad se expresa en saber articular el acuerdo necesario cuando los intereses reales de los ciudadanos están en juego y, por tanto, en evitar que en determinadas materias de vital trascendencia – y la sanidad y el medio ambiente lo son – las conveniencias partidistas excluyan el interés general.
El partido popular ha tenido más interés en obstruir y dificultar la posibilidad de poder hallar una nueva ubicación o de remodelar Son Dureta que en actuar prudentemente sin necesidad de maniatar a sus sucesores. De tal manera que es un ejercicio de cinismo público que hoy, tras las actuaciones señaladas, el Partido Popular intente sacar rédito político anunciando que, en definitiva, sólo su opción era la válida después de haber impedido que otras se pudieran abrir camino. Grave irresponsabilidad la del Partido Popular y difícil papeleta para el gobierno de centro- izquierda.
Jugar con la salud de todos para poner dificultades políticas a los adversarios o para adquirir ganancias espurias es, sencillamente, intolerable. Lo justo es, como siempre, que los ciudadanos tomen buena nota y, cuando tengan ocasión, actúen consecuentemente en sus preferencias ante las urnas.
Palma. 18 de septiembre, 2007
Pep Vílchez